Pienso en lo que pensé el otro día en la ducha
sobre las necesarias conversaciones del clima,
pocas de las cosas que sabemos tener en común
y pocas de las cosas sobre las que
no suele haber motivo de disputa.
A lo sumo: “parece que va a llover” y
“hoy no, va a pasar de largo”.
Y listo.
Por cordialidad respondo y por cordialidad
aceptaré que al final del viaje me cobre
un poco más porque no tiene cambio.
Cordialidad.
Unas cinco o seis cuadras antes de casa
suena un tema de Fito.
Pienso, por influencia de tantos a quienes
(a diferencia de a Agu o a Sofi)
no puedo ir a echarles la culpa
de hacerme ver en poesía,
lo redundante que es una canción de Fito:
yendo en taxi, de noche, pasando por el bulevar.
Lo mismo que la pelea entre el leproso y la canalla,
en la puerta de la terminal,
justo en la entrada.
Es demasiado!
Pienso en esto y en lo bueno de tener la libertad
de redundar en los espacios
donde nadie nos juzga ni gramatical,
ni conceptual, ni retóricamente.
(...)